Conocimos a Candileri cuando
llego al Diario acompañando al artista catalán Josep Niebla.
Al tiempo apareció con su carpeta de trabajos. Eran obras raras, curiosas,
de una marcada sensación constructivista, aunque en algunas latiera el
desmaño del informalismo. Nos intereso vivamente el conjunto, sobre todo
al enterarnos que era un arquitecto que admitía vivir de su profesión,
una especie de fenómeno, en líneas generales, para nuestro medio.
Ir volteando las hojas del álbum nos produjo una sensación de reencuentro.
Un mínimo detalle de arquitectura vieja se asoma en ciertos casos en las
obras, en otras las asperezas del yeso, del cemento, más los empastes
del óleo, también hacen referencias a muros, a superficies destinadas
al hombre. Las series, así cambien de nombre, continúan con su fidelidad
hacia la concepción arquitectónica, y a su nobleza, hasta en las técnicas
mixtas de menor tamaño.
En un momento de la conversación Candileri repetirá palabra a palabra
la frase de Antoni Tápies: " vivimos en un mundo sumergido en la técnica,
ahogados por la comodidad material egoísta, constantemente distraídos,
olvidándonos de nuestras raíces más elementales, casi de nuestros instintos".
Al finalizar la tira le preguntamos el porqué de esos trazos libres, sueltos
en superficies que tienen la idea de un plan arquitectónico, que producen
la sensación de un proyecto inconcluso.
Asegura que no se debe a una actitud de rebeldía, porque " mi profesión
es una y mi creación artística otra". Es probable que el hecho de ser
arquitecto me haya dado un sentido más preciso de las proporciones, del
significado que puede tener una sola línea o una mínima curva, pero lo
que trato de poner en claro es la participación del hombre en la conformación
del hábitat donde le ha tocado en suerte vivir. En las obras encuentro,
no sólo, trozos de mampostería, sino que, cuando uno comienza a evaluar
las posibilidades de edificio va topándose con elementos que parecen restos
de un naufragio: la pata de una mesa, un mosaico viejo, una chapa que
informa sobre un oficio, en fin, esas señales de una vida, y de muchas,
que van estructurando una ciudad. Pero no lo limito a la inclusión más
o menos meditada de esos testimonios mudos, trato de que ellos mismos
encuentren su lugar dentro de las imágenes que genero delante del material,
de la tela o de la madera.
Tampoco estas series que he llamado "de la memoria de los muros" son las
únicas que me inspiran. Trabajo en la actualidad con material fraguado
sobre el cual las caligrafías y los sectores excavados o rebajados y luego
pintados creo que conquistan la alta categoría de la escultura.
Candileri piensa en voz alta: " quizás las mías sean antipinturas"
y las que se arman como collages sean pedazos de la realidad inerte que
nos rodea y que conserva nuestras huellas recortadas, que yo exalto. Puedo
definir lo visualizable, pero el significado final reside en un sentimiento
profundo que es intransferible.
Hemos hablado bastante de mi obra, usted la comprende, otros espectadores
también. Espero que todos perciban un mensaje vibrante en mi propuesta.
Recorremos las obras de Candileri. Por momentos nos evocan las de Klaus
Rinke, en otras las de Marcelo Bonevardi, por quien el artista tiene una
confesada admiración. También, en el encuadre, las construcciones de Candileri
tienen ese vacío puesto en valor por Marien Schouten, pero mientras escribimos
esto nos damos cuenta que las tangencialidades del arte de estos años
no son "parecidas sino necesidades". Hace algún tiempo tratábamos de detectar
los rastros de algún consagrado detrás de cierto trabajo que realmente
nos interesaba, lo hemos ido dejando de hacer. Existe una, casi diríamos
que lógica, en el surgimiento de artistas que tienen en común ciertos
detalles del lenguaje expresivo. Es un fenómeno de nuestra época debido
a los medios de comunicación. ¿Que tiene en común nuestro Candileri con
los creadores que mencionamos de latitudes tan diferentes a la suya?.
Nos contestamos todo , porque salen de la matriz de nuestra era, que ya
termina sin que nos demos cuenta. Todos tienen en común el siglo XX y
al hombre que lo transita, por eso Candileri desde su taller de la calle
Helguera puede ser un hermano de concepción de nuestro compatriota Bonevardi,
radicado en Nueva York. Por eso Candileri ha merecido este comentario.
ALBINO DIEGUEZ VIDELA
Crítico de Arte Diario La Prensa de Bs.Aires
Miembro de la Asoc. Arg. De Críticos de Arte